Reflexión del Tercer Día de la Novena a María Auxiliadora

«Enviados como María a testimoniar la amistad de Jesús en la Familia Cristiana»

P. Héctor Fariña, sdb

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, encontramos cómo Jesús hace a los discípulos la promesa del Espíritu Santo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza, para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra». (Hah 1, 8). La acción transformadora del Espíritu hace que los discípulos pasen del miedo a los judíos a la valentía de afirmar: «Nosotros no podemos dejar de hablar de los que hemos visto y oído» (Hch 4,20) e incluso muy alegres «…porque habían sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús» (Hch 5,42).

La presencia de nuestra madre en la comunidad apostólica también está atestiguada, antes del acontecimiento de Pentecostés. Se dice después de citar los nombres de los discípulos: «Todos ellos perseveraban unidos en la oración con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y sus hermanos» (Hch 1,14).

La fuerza del Espíritu Santo y la presencia Materna de María es palpable en toda la historia de la Iglesia, historia de evangelización y testimonio. De hecho nuestra misma historia de la Iglesia en Paraguay está marcada por numerosos misioneros y misioneras que han dejado todo para dar la vida por Cristo.

A Dios gracias, hoy en la Iglesia están surgiendo las familias misioneras, sobre todo del Camino Neocatecumenal. Familias que dejan todo para ir a tierras lejanas para anunciar la alegría y la belleza del Evangelio, es decir, que Dios Padre nos ama y por eso nos regala a su Hijo, el crucificado que está resucitado.

Un ejemplo de ello son Clara y Daniel que, junto con sus hijos, han dejado todo en España para partir a Suecia. En una entrevista para medios católicos y ante la pregunta sobre la mudanza y qué han hecho con sus pertenencias, Clara responde: «Decidimos darlo todo a la gente necesitada y vender el coche porque no nos lo podemos llevar. Allí necesitaremos un coche, pero Dios proveerá. Me ha costado mucho dar mis cosas, pero también ha sido una liberación que nos ha llenado de paz. Te das cuenta de todas las cosas a las que estamos atados. Yo estos muy feliz, muy contenta y, a veces, tengo cierto miedo» (Religión en Libertad).

Este es un testimonio de que la fuerza misionera de la familia cristiana está viva hoy día en la Iglesia y en el mundo. Tal vez en nuestras familias el fervor por la fe y la participación en la vida de la Iglesia sea muy distinto en cada uno de los integrantes. El camino para llegar a dar testimonio como familia pasa necesariamente por la conversión personal, la unidad, la oración en común y la profundización en la fe.

Parece que un desafío imposible e inalcanzable, pero ¿acaso Mónica, con oración y lágrimas, no pidió la conversión de su hijo Agustín, ahora San Agustín? No estamos solos en este desafío, tenemos la compañía de la Iglesia, de nuestra Madre y la fuerza del Espíritu Santo.