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Salesianos de Don Bosco. Paraguay

Juan Bosco comienza a trabajar




La mamá trabaja, y los hijos echan una mano según sus posibilidades. La familia Bosco es pobre. Entre las pocas casas de Los Becchi, la de Bosco es la más pobre de todas: una construcción de un piso que sirve de habitación, pajar y establo. En la cocina hay sacos de maíz y detrás de una pared sutil rumian dos vacas.

Juan tiene cuatro años cuando su madre le entrega las primeras tres o cuatro varas de cáñamo maceradas para deshilarlas. Un trabajo de poca cosa, pero un trabajo. Comienza de esta manera a dar su pequeña aportación a la familia, que vive del trabajo de todos. 

Juan tiene cinco años y José siete cuando Margarita los manda a pastorear una pequeña manada de pavos. Mientras los animales cazan grillos, los hermanos juegan, corren, trepan a los árboles. Pero no dejan de cuidar los pavos, porque la mamá les ha dicho: «Es un trabajo. Deben hacerlo bien».



Falta un pavo

Un día, interrumpiendo el juego y contando con los dedos, José grita que falta un pavo. Buscan afanosamente. Nada. Un pavo es algo importante, no puede desaparecer así. Dan vueltas alrededor de un seto, y Juan ve a un hombre. Piensa de golpe: «Lo ha robado él». Llama a José y se acerca resuelto:

-Devuélvanos el pavo.

El forastero los mira admirado:

-¿Un pavo? ¿Y quién lo ha visto?

-Lo ha robado usted. Sáquelo. De lo contrario gritaremos «al ladrón» y acabará con usted a palos.

Dos niños se puede hacer que huyan con cuatro azotes. Pero la resolución de aquellos dos lo pone en mala situación. Hay campesinos que trabajan cerca, y si se ponen a gritar, puede suceder de todo. Va a sacar del seto un saco y deja suelto al pavo.

-Sólo quería gastaros una broma.

-No es una broma de un caballero – responden los pequeños mientras él se va.

Por la noche, como siempre, dan cuenta a la mamá.

-Habéis corrido un peligro.

-Y, ¿por qué?

-Ante todo, no estaban seguros de que fuese él

-Pero no había nadie más por allí cerca

-Esto no basta para llamar a uno ladrón. Y, además ustedes son pequeños, y él un hombre. ¿Y si les hubiera hecho algún daño?

-¿Entonces debíamos dejarnos robar el pavo?

-Tener valor no es malo. Pero mejor es perder un pavo que venir maltrechos para las fiestas.

-Uhm -murmura Juan pensativo- Será como dice usted, mamá. Pero era un pavo bien cebado.

Satisfacción por «echar una mano»

Entre los ocho y los nueve años, Juan comienza a participar más activamente en el trabajo de la familia, a compartir su vida dura y austera. Se trabaja de sol a sol, y el sol de verano se levanta pronto.

«Un hombre que duerme no pesca peces», decía Margarita a los muchachos al despertarlos al amanecer. Y tal vez Juanito, embelesado por el sueño, se habrá preguntado muchas veces donde estaban aquellos benditos peces. El desayuno de la mañana es puro y simple alimento: una rebanada de pan y agua fresca. 

Juan aprende a cavar; a cortar la hierba, a manejar la podadera, a ordeñar las vacas. Un verdadero campesino. Los viajes se hacen a pie. La diligencia pasa lejos, por el camino de Castelnuovo; y cuesta dinero.

Por la noche, yendo a dormir sobre el jergón de hojas de maíz, Juan siente la satisfacción profunda de formar parte activa de una familia que va adelante, que supera las dificultades, porque también él «echa una mano».







Fuente: Parroquia Espíritu Santo



Juan Bosco comienza a trabajar Reviewed by Salesianos Paraguay on 17:50:00 Rating: 5
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