Un llamado a la escucha y a la paz
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5, 9)
La manifestación ciudadana auto convocada ayer, viernes 5 de marzo, se inició como una fiesta de la democracia. La ciudadanía salió a las calles pacíficamente para expresarse y hacer saber a las autoridades sus legítimos reclamos en relación con el manejo de la crisis sanitaria en el contexto de la pandemia por la COVID-19.
Lamentamos que la fiesta ciudadana haya sido empañada por hechos de violencia, con saldo de heridos entre los manifestantes e integrantes de la policía. Esta situación podría haberse evitado, en el marco del civismo y de la estrategia inteligente de seguridad para identificar y reducir focos de alto riesgo.
Horas más tarde, los hechos demostraron que era posible una colaboración entre las fuerzas de seguridad y los ciudadanos que se estaban movilizando. Exhortamos a seguir ese ejemplo en futuras movilizaciones ciudadanas.
Reclamar pacíficamente a las autoridades es un derecho de la ciudadanía, que pide gestos, acciones y, sobre todo, resultados en la gestión pública con la provisión, en tiempo y forma, de los equipamientos, insumos y medicamentos que se requieren para hacer frente a las necesidades prioritarias de la población afectada por la enfermedad.
En su reciente carta pastoral, los obispos han expresado que se constataba un quiebre de la confianza entre los ciudadanos y los que ejercen responsabilidades en el gobierno de la República. Es urgente restaurar la confianza de la ciudadanía en sus autoridades y fortalecer la convivencia con paz y seguridad.
La ciudadanía reclama transparencia y patriotismo de los que ejercen cargos públicos para la atención del bien común, con énfasis en la salud y en la educación en esta situación de crisis causada por la pandemia. “La emergencia sanitaria plantea a todos en Paraguay y en el mundo el desafío de hacer mejor las cosas y de cambiar para el bien de todos” (Carta Pastoral, número 45, 1-3-2021) La valentía que necesitamos es la de la verdad, la equidad y el compromiso con lo que es justo.
Pedimos que se escuche la legítima indignación de la población. Se necesitan respuestas y gestos concretos urgentes para sanar y recuperar la confianza en la gestión del gobierno. “Se debilita el ejercicio de la autoridad cuando la eficacia, la idoneidad, y la probidad moral de los que ocupan cargos no están a la altura de las exigencias. Un factor transversal es la corrupción en la administración de los recursos públicos, que indigna gravemente al pueblo, debilita la credibilidad necesaria para generar unidad, dificultando un diálogo nacional positivo y enfocado en soluciones para todos” (Carta Pastoral, número 45, 1-3-2021)
Hacemos un llamado a la ciudadanía en general a la calma y serenidad, que las manifestaciones sean verdaderamente una fiesta democrática y no una confrontación entre hermanos paraguayos donde tengamos que lamentar situaciones más graves.
Exhortamos a las autoridades nacionales y líderes políticos a abogar por la pacificación de la República, basada en la justicia y en el respeto a los derechos humanos, y a concertar caminos para el diálogo en pos de una solución de fondo y no sólo de forma a los problemas que nos aquejan como sociedad.
Asumamos el desafío de gestionar la confianza y la credibilidad con la verdad, y con una administración justa y transparente. Las convulsiones sociales no son la terapia, sino síntomas de una sociedad que necesita un cambio eficiente y efectivo en la gestión y consecución del bien de todos.
El Papa Francisco, con su viaje apostólico a Iraq, manifiesta su mensaje de paz y “nos recuerda con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas”. La fraternidad es un bien, que en situaciones arduas como las actuales, nos llama a todos al heroísmo del amor.
Que Dios Todopoderoso bendiga al Paraguay y que la Virgen de Caacupé nos ampare en este momento difícil que vivimos como pueblo.