Novena a Don Bosco: Sexto día
Texto: Identidad Salesiana
Oración Inicial
Señor Dios Padre Celestial: Tú que has suscitado en San Juan Bosco un Educador admirable para la juventud, un benefactor eficaz para los pobres y angustiados, y un generoso bienhechor para los que necesitan salud, empleo, facilidades de estudio, tranquilidad espiritual, conversión u otra gracia especial, y que con el Auxilio de la Virgen María le has permitido hacer tantos y tan admirables prodigios a favor de los devotos que la rezan con fe, concédenos imitarlo en su gran interés por salvar almas, y por obtener el mayor bien espiritual y corporal para el prójimo. Que recordemos siempre que el bien que hacemos a los demás, lo recibe tu Hijo Jesús como hecho a Él mismo y que debemos hacer a los otros todo el bien que deseamos que los demás nos hagan a nosotros.
Por la intercesión de tan amable Protector, concédenos las gracias que te pedimos en esta novena…
[En este punto, en silencio, pide los favores que deseas obtener]
Desde ahora aceptamos que se cumpla siempre y en todo tu Santísima Voluntad, pero te suplicamos humildemente que tengas misericordia de nosotros, remedies nuestros males, soluciones nuestras situaciones difíciles y nos concedas aquellos que más necesitamos para nuestra vida espiritual y material.
Todo esto te lo suplicamos en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, quien contigo y el Espíritu Santo, vive y reina y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Súplica a María Auxiliadora
Oh María, Virgen Poderosa, grande e ilustre defensora de la Iglesia; Admirable Auxiliadora de los Cristianos; Terrible contra los enemigos del alma como un ejército en orden de batalla. Tú que has triunfado de las herejías y de los errores del mundo, consuélanos en nuestras angustias.
Fortalécenos en nuestras luchas. Asístenos en los momentos difíciles. Protégenos contra los adversarios de la salvación y a la hora de la muerte llévanos al gozo eterno del Paraíso. Amén.
Día Sexto
Consideración: Un sermón de Don Bosco acerca de la Virgen María
María ama a la juventud, y por lo tanto ama y bendice mucho a quienes se dedican a hacer bien a los jóvenes.
Porque Ella es Madre, y las madres se preocupan más por los hijos más pequeños que por los adultos, porque los pequeños son más inocentes; porque los jóvenes están en mayor peligro de ser engañados y ser llevados hacia los vicios.
Además los jovencitos le representan más a lo vivo a Jesús que pasó su infancia y juventud bajo sus ojos maternales.
Sabiendo pues que la Madre de Dios os ama tanto, escuchad con atención lo que os voy a decir: Si queremos gracias y favores recurramos a María, recemos a María; pero para que Ella interceda por nosotros es necesario demostrarle nuestra verdadera devoción en tres cosas: Primera evitar a toda el pecado y procura mantenerlo alejado siempre de nosotros. Nada hay que nos pueda hacer más daño y que disguste más a Nuestra Señora y a su Santísimo Hijo, que el pecado. Una vez había un joven que ofrecía a la Virgen oraciones, obras buenas y limosnas, y una noche vio en un sueño que la Virgen Santísima se le aparecía y le presentaba una bandeja con las más bellas y atrayentes frutas: manzanas, uvas, peras, etc.; pero todas cubiertas con el sucio trapo con el que se había limpiado las llagas un enfermo.
La Virgen decía: “recibe estas frutas y come”. Pero el joven le contestó: “Señora las frutas son muy hermosas, pero el trapo con que están cubiertas es tan asqueroso, que no me atrevo a recibir estas frutas porque me vomitaría”. Entonces la Reina dele Cielo le respondió: “Así son las ofrendas y oracioens que tú me ofreces: muy bellas y atrayentes, pero vienen todas cubiertas con un trapo horrible: esos pecados que sigues cometiendo y que no quieres dejar de cometer”. Al día siguiente el joven se despertó muy preocupado por este sueño, pero desde ese mismo día dejó las ocasiones de pecar y abandonó definitivamente esos pecados que tan antipática hacían su vida ante Nuestro Señor.
La segunda condición para que nuestra devoción a la Virgen sea verdadera es imitarla en sus virtudes, especialmente en su gran caridad y en su gran pureza. Una devoción a María que no consiga un mejoramiento en nuestra vida no es verdadera devoción. Si rezamos a la Virgen y seguimos en nuestros pecados como antes, puede ser que nuestra devoción sea falsa. El verdadero devoto de Nuestra Señora la imita a Ella en su amor al prójimo. María, dice la Biblia, “fue corriendo a ayudar a Isabel”, fue corriendo porque los fafvores hay que hacerlos pronto si hacerse de rogar. Las personas más devotas de María son siempre las que tratan con más caridad y generosidad a los demás.
Y hay una tercera condición para que nuestra devoción a la Reina Celestial sea verdadera: demostrarle con acciones externas, pequeñas pero frecuentes, el gran amor que le tenemos. Por ejemplo: llevar siempre su medalla y besar esa imagen de la Virgen al levantarse o al acostarse. Tener su estampa en el pupitre o mesa de trabajo para acordarse de Ella e invocarla. Colocar un bello cuadro de la Madre de Dios en nuestra habitación, adornar las imágenes de la Virgen en el mes de mayo. Ofrecer por Ella alguna pequeña mortificación o alguna buena obra o una pequeña limosna los sábados o las fiestas marianas. Narrar a otros los favores que María Auxiliadora ha hecho a sus devotos. La genuina devoción a la Virgen es prendediza, es contagiosa. Los que la aman le prenden a otros esta devoción. Repartir estampas o imágenes de Nuestra Señora, etc. Ella nos dice: “Si tú haces algo por mí: yo haré mucho por ti”.
Recordad siempre: en toda ocasión, en toda angustia, en toda necesidad hay que recurrir a María. Ella puede lo mismo que puede Dios, aunque lo puede de distinta manera. Dios cuando quiere algo lo hace. Y María cuando quiere algo le pide a su Hijo que es Dios, y Jesucristo que es el mejor Hijo del mundo, y que en el cielo sigue teniendo las mismas cualidades de buen hijo que tenía en la tierra, nada le niega a su Amadísima Madre. Por eso recurrir a María es señal segura de obtener todo lo que necesitamos.
Estad seguros de que todas las gracias que pidáis a esta Buena Madre os serán concedidas. Pero hay tres gracias que os recomiendo pedirle a Ella todos los días, sin cansaros nunca de pedirle porque son importantísimas para vuestra salvación: 1ra. Evitar siempre el pecado mortal y conservar la gracia de Dios. 2da. Huir siempre de toda amistad dañosa para el alma. 3ra. Conservar siempre la bella virtud de la castidad. Para obtener estas tres gracias yo he recomendado muchas veces una novena que consiste en esto: Rezar cada día tres Padrenuestros, Avemaría, gloria y tres Salves. Después de cada Gloria se dice: “Sea alabado y reverenciado en todo momento el Santísimo Sacramento”. Y después de cada Salve se dice: “María Auxiliadora de los Cristianos, rogad por nosotros”.
Hay dos alas para volar al cielo: La una es la Comunión frecuente y la otra la devoción a la Santísima Virgen. Pedidle a Ella. Madre Santa: haced que yo me enamore de vuestras virtudes. Madre Santa: ayúdame a comulgar con el debido fervor. Ella os ama infinitamente más de lo que pueden amar todas las madres terrestres. Demostradle también vuestro amor llevando una vida santa, una conducta excelente.
Y termino con un consejo que es un secreto para obtener éxitos: Cuando necesitéis alguna gracia decid muchas veces: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Decidlo cuando vais por la calle, cuando subís las escaleras o estáis en el patio. Decidlo en la clase, en el dormitorio, por la mañana, por la noche, siempre. Cuando os vengan a visitar, o cuando escribáis a vuestros familiares decidles: “Don Bosco os asegura que si necesitáis alguna gracia digáis muchas veces “María Auxiliadora, rogad por nosotros” y que seréis escuchados”. Y que si alguno dice muchas veces por fe esta oración y la Virgen Poderosa no lo ayuda, me comuniquen a mí esta noticia, y yo inmediatamente escribiré a San Bernardo en el cielo reclamándole que él cometió un grandísimo error cuando nos enseñó aquella oración que dice: “Acuérdate Oh Madre Santa, que jamás se oyó decir, que alguno te haya invocado, sin tu auxilio recibir…” Sí, le escribiré una carta muy fuerte a ese Santo pidiéndole explicaciones.
Pero estad seguros de que no necesitaré escribir esta carta. Bromas aparte, grabad en vuestra memoria esta bella oración: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Para repetirla en todas las tentaciones, en todos los peligros, en toda necesidad y siempre. Mirad hace cuarenta años que vengo repitiendo a la gente que invoque a la Madre de Dios y que Ella los ayudará y les digo que si alguno reza a la Virgen y Ella no lo ayuda venga y me avise.
Pero hasta ahora ni uno solo ha venido a decirme que perdió su tiempo rezándole a Nuestra Señora. El mismo demonio ha tenido que retirarse, y ha fracasado cuando las personas empiezan a ser devotas de la Madre Celestial y ha llegado a no poder hacerles cometer pecado mortal.
Así como los latidos del corazón son señal de la vida, así el invocar frecuentemente a María Santísima es señal segura de salvación.
Ejemplo: Primer Milagro de Don Bosco para su beatificación.
Para que un difunto pueda ser declarado Beato necesita hacer dos grandes milagros que los médicos no puedan explicar. Y para que pueda ser canonizado, o sea declarado Santo, es necesario que obre otros dos grandes milagros que la ciencia médica no pueda hacer.
El primer milagro que Don Bosco hizo para su beatificación fue el siguiente.
Luisa Piovano con una enfermedad incurable y un marido que no practicaba la religión. Empieza rezar a Don Bosco. Este se le aparece en sueños y le dice: “siga rezando, siga rezando con fe”. Un día amanece totalmente sana, de buen aspecto y su marido le comunica que se ha confesado, ha comulgado y que empieza a practicar su religió y que se siente feliz por ello. Dos milagros en uno.
Y además, Sor María de San José, tenía tos continua, escupía sangre. Un tumor imposible de operar. Empieza la novena a Don Bosco. Al noveno día queda totalmente curada.
Práctica
Repetiré hoy varias veces la Jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.
Gozos
Santo que nunca desoyes a quien confiado te implora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
Enséñanos la humildad con que ascendiste a esa altura donde hoy tu gloria fulgura en eterna claridad; y prodiga con ternura al que sufre y al que llora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
Deslumbraste de belleza, blanco lirio inmaculado la Iglesia te ha proclamado por tu angélica pureza, de la inocencia dechado, de castidad bella aurora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
El trabajo y la oración fueron tu gloria y anhelo, siempre pensando en el cielo, donde estaba tu corazón. Torna de nuestra alma el hielo en hoguera abrasadora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
¡Dadme almas! era el clamor de tu celo prodigioso, el salvarlas fue tu gozo y llevarlas al Señor, ese era el fin poderoso de tu obra redentora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
Suave apóstol de los niños, protector de su inocencia. En la tierna adolescencia colocaste tus cariños. Y cuan brillante la excelencia de tu obra educadora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
Lleno de firme confianza en el auxilio divino, proseguiste tu camino en Dios puesta la esperanza. Y Él sempre en tu ayuda vino con su mano protectora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
De la Virgen bajo el faro colocaste tus labores; por ti, ella da sus favores y es de los hombres amparo. Envía al mundo los fulgores de esa luz consoladora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
De tu obra el fundamento fue la Santa Eucaristía, pues tu alma unida vivía al Divino Sacramento. Jesús Hostia te infundía esa constancia creadora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
¡Oh Apóstol! ¡Oh Padre! ¡Oh Santo!, atiéndenos bondadoso, cambia nuestro llanto en gozo, tú que ante Dios puedes tanto, y en ti halle amparo amoroso la humanidad pecadora
Ruega, Padre, por nosotros a María Auxiliadora.
Oración Final
¡Oh! San Juan Bosco, Padre y Maestro de la Juventud, que tanto trabajaste por la salvación de las almas: se nuestro guía para bien de la nuestra, y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y el respeto humano; enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora y al Papa, e implora de Dios para nosotros una santa muerte, a fin de que logremos reunirnos contigo en la gloria. Amén.
Padre Amado, haz que seamos tan santos como lo eras tú.
Padrenuestro
Avemaría
Texto: Identidad Salesiana
Novena a Don Bosco: Sexto día
Reviewed by Salesianos Paraguay
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17:26:00
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