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Salesianos de Don Bosco. Paraguay

Tercer día de la novena a Don Bosco




Oración Inicial

Señor Dios Padre Celestial: Tú que has suscitado en San Juan Bosco un Educador admirable para la juventud, un benefactor eficaz para los pobres y angustiados, y un generoso bienhechor para los que necesitan salud, empleo, facilidades de estudio, tranquilidad espiritual, conversión u otra gracia especial, y que con el Auxilio de la Virgen María le has permitido hacer tantos y tan admirables prodigios a favor de los devotos que la rezan con fe, concédenos imitarlo en su gran interés por salvar almas, y por obtener el mayor bien espiritual y corporal para el prójimo. Que recordemos siempre que el bien que hacemos a los demás, lo recibe tu Hijo Jesús como hecho a Él mismo y que debemos hacer a los otros todo el bien que deseamos que los demás nos hagan a nosotros.

Por la intercesión de tan amable Protector, concédenos las gracias que te pedimos en esta novena…

[En este punto, en silencio, pide los favores que deseas obtener]

Desde ahora aceptamos que se cumpla siempre y en todo tu Santísima Voluntad, pero te suplicamos humildemente que tengas misericordia de nosotros, remedies nuestros males, soluciones nuestras situaciones difíciles y nos concedas aquellos que más necesitamos para nuestra vida espiritual y material.

Todo esto te lo suplicamos en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, quien contigo y el Espíritu Santo, vive y reina y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Súplica a María Auxiliadora

Oh María, Virgen Poderosa, grande e ilustre defensora de la Iglesia; Admirable Auxiliadora de los Cristianos; Terrible contra los enemigos del alma como un ejército en orden de batalla. Tú que has triunfado de las herejías y de los errores del mundo, consuélanos en nuestras angustias.

Fortalécenos en nuestras luchas. Asístenos en los momentos difíciles. Protégenos contra los adversarios de la salvación y a la hora de la muerte llévanos al gozo eterno del Paraíso. Amén.

Día Tercero

Juan Bosco seminarista

Los años de bachillerato fueron para el joven Bosco de gran pobreza y esfuerzo: para poder conseguir la alimentación tuvo que dedicarse un año a lavar platos, fregar pisos, hacer mandados y barrer en una familia, y además repetirle las lecciones a un joven de esa casa que era muy desaplicado y que pronto se convirtió en un excelente estudiante. Al año siguiente en las horas libres, tuvo que trabajar en un taller de mecánica, para conseguir lo necesario para sus estudios. En el tercer año hizo de mesero en un restaurante y aprendió muy bien el arte de cocinar. Todo esto le iba a servir muchísimo para cuando unos años después fundara sus obras educativas.



Mientras tanto con sus compañeros de estudio, entre los cuales tenía un ascendiente inmenso, por su simpatía y su vida ejemplar, fundó una asociación llamada “La Sociedad de la Alegría”, en la cual los socios se comprometían a ayudarse unos a otros y a dar siempre un buen ejemplo a los demás. Y así llegó al término de su bachillerato.

Como era totalmente pobre, su amigo el Padre José Caffaso le consiguió media beca en el Seminario, y el resto de la pensión la pagaba Juan haciendo de sacristán, remendador de zapatos y peluquero de los seminaristas. Como siempre obtenía el primer puesto en los estudios, le fue concedida la beca completa los años siguientes, y así llegó al sacerdocio el 5 de junio de 1841. La gracia especial que le pidió a Dios el día feliz de su sacerdocio (y que siguió pidiendo toda la vida) fue la eficacia de la palabra, o sea que sus palabras fueran aceptadas por los demás con gusto y con verdadero provecho para las almas. Y lo obtuvo de manera tan maravillosa que sus sermones y sus escritos produjeron y siguen produciendo siempre los más admirables efectos de conversión en los espíritus.




Ejemplo: 1841. En la fiesta de la Inmaculada empezó San Juan Bosco su obra, de una manera que no lo había imaginado.

El Papa Pío Nono ordenó a Don Bosco que escribiera todo lo bueno que recordara de su vida, y el santo obedeció. He aquí como narra en su autobiografía el bello comienzo de su inmensa obra educativa.

Papa Pío Nono
“El día solemne de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1841, estaba revistiéndome para celebrar la Santa Misa. El sacristán, viendo a un jovencito en un rincón de la sacristía, lo llamó para que me ayudara a la Misa.

- No sé- respondió mortificado.

-Venga rápido -replicó el otro.

-Quiero que ayude a la Misa.

-No sé- contestó el jovencito- Nunca he ayudado a Misa.

-Animal que eres- dijo el sacristán todo furioso- si no sabes ayudar a Misa para qué vienes a la sacristía.

Y tomando un palo que tenía un limpiapolvo, llenó de golpes en la espalda y en la cabeza al pobre jovencito. El muchacho logró zafársele y abriendo la puerta salió huyendo.

-¿Qué haces?- le grité con voz muy fuerte- ¿por qué lo golpeas? ¿qué ha hecho?

-Porque viene a la sacristía y no sabe ayudar a Misa.

-¡Has hecho muy mal con eso!

-¿Y qué importa?

-Importa mucho porque es un amigo mío. Llámalo inmediatamente porque necesito hablar con él.
El sacristán salió corriendo, y a grito lo llamó; le prometió tratarlo muy bien y lo trajo a donde yo estaba. El joven se acercó tembloroso y con lágrimas por los golpes recibidos.

-¿Has oído la Misa?- le dije amablemente.

-No

-Ven y la escuchas. Después tengo que decirte una cosa que te agradará mucho- me lo prometió. Mi intención era suavizar la pena de aquel pobrecito y no dejarlo con la mala impresión de aquel maltrato.

Apenas terminé de celebrar la Misa, con rostro muy alegre llamé al joven, le aseguré que no habría ningún peligro de que lo volvieran a golpear, y empecé a interrogarlo:

-Mi buen amigo, ¿cómo te llamas?

-Bartolomé Garelli

-¿De qué pueblo eres?

-De Asti

-¿Vive tu padre?

-No. Mi padre murió

-¿Y tu mamá?

-Mi mamá también murió

-¿Cuántos años tienes?

-Dieciséis

-¿Sabe leer o escribir?

-No. No sé nada de eso

-¿Ya hiciste la Primera Comunión?

-Todavía no

-¿Vas al Catecismo?

-No me atrevo

-¿Por qué no te atreves?

-Porque los demás compañeros, más pequeños que ya saben el catecismo y yo tan grande no sé nada. Por eso me da vergüenza ir a clase.

-Y si yo te doy las clases de catecismo por aparte, ¿vendrías a escucharlas?

-Con mucho gusto, con tal que no engga ese señor a darme bastonazos.

-Puedes estar tranquilo. Tú serás mi amigo y conmigo tendrás que entenderte y con nadie más. ¿Cuándo quieres que empecemos las clases de catecismo?

-Cuando usted quiera

-¿Te parece bien ahora mismo?

-Sí, ahora mismo con todo gusto

Don Bosco se arrodilló y con todo el fervor rezo un Avemaría para que la Madre de Dios le concediera la gracia de salvar aquella alma. Esta Avemaría rezada con toda el alma fue fecunda en grandes éxitos espirituales. Se levantó e hizo la señal de la cruz para empezar, pero su alumno no loo imitó porque no la sabía hacer. Por aquella primera vez Don Bosco le enseñó la Señal de la Cruz y le explicó como Dios es creador de todas las cosas, y para qué fines nos ha creado a nosotros.

Después de media hora de clase, le regaló una medalla de la Virgen, y le hizo prometer que vendría el próximo domingo ya no sólo sino con otros amigos y lo despidió con toda amabilidad. Garelli, este pobre huérfano analfabeto (que el próximo domingo regresó con varios amigos a la clase de catecismo de Don Bosco) fue así el inicio de la más grande obra educativa de los últimos tiempos.

Con un Avemaría fervorosamente rezada empezó Don bosco su obra educadora que se ha convertido ahora en una inmensa asociación de 1200 colegios masculinos y 13000 colegios femeninos en 75 países del mundo.

Más tarde, recordando los efectos de esta primera Avemaría exclamaba: “Oh aquella Avemaría que con tanta fe recité al empezar mi primera clase de catecismo: cuántos buenos frutos ha producido. Nunca me imaginaba que la Virgen Santísima nos fuera a ayudar tanto”.

Oración Final

¡Oh! San Juan Bosco, Padre y Maestro de la Juventud, que tanto trabajaste por la salvación de las almas: se nuestro guía para bien de la nuestra, y la salvación del prójimo. Ayúdanos a vencer las pasiones y el respeto humano; enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora y al Papa, e implora de Dios para nosotros una santa muerte, a fin de que logremos reunirnos contigo en la gloria. Amén.

Padre Amado, haz que seamos tan santos como lo eras tú.

Padrenuestro

Avemaría












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