Reflexión del Cuarto Día de la Novena a María Auxiliadora

La Espiritualidad Salesiana es una espiritualidad pascual de la alegría y del optimismo, de la amistad y de la relación personal con Jesús, de la comunión eclesial, del servicio responsable y, por lo mismo, la espiritualidad salesiana es una espiritualidad mariana.

En las Constituciones los Salesianos profesan: «Estamos convencidos de que el Espíritu Santo suscitó la obra salesiana, con la intervención de María (Art. 1): Ella indicó a Don Bosco su campo de acción entre los jóvenes, lo guió y lo sostuvo constantemente y está presente entre nosotros y continúa su misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos (Art. 8). En el Oratorio de Valdocco, María era una presencia viva: la inspiradora, la guía, la maestra. Domingo Savio, Miguel Magone y muchos otros jóvenes no la contemplaron como un ideal abstracto o un sencillo objeto de culto y devoción, sino como una persona viva y operante, que llena la casa y hace sentir y experimentar la cercanía del amor de Dios. La espiritualidad juvenil salesiana alienta una entrega sencilla y confiada a la asistencia materna de la Virgen María».

«A partir del sueño de los 9 años, fenómeno al que, más allá de cómo hubiese ocurrido, el mismo Don Bosco atribuye significado de acontecimiento “sobrenatural”, la Virgen irrumpe en su vida de una manera que se hará presencia continua, referencia obligada, trato familiar, fuente de inspiración, forma y estilo de todo su modo de ser y actuar».

Por eso mismo podemos afirmar que la Familia Salesiana nace de la solicitud materna de la Inmaculada Auxiliadora. Para los Salesianos, «es modelo y guía en su acción educativa y apostólica, madre y maestra en su experiencia formativa, para las FMA es viene madre, humilde esclava y “verdadera superiora del Instituto”». En la Virgen Auxiliadora el Salesiano Cooperador «descubre el aspecto más profundo de su vocación: ser verdadero cooperado de Dios en la realización de su designio de salvación». La entrega a María se traduce para ADMA «en vivir la espiritualidad de los cotidiano con actitudes evangélicas».

Nuestra Carta de Identidad lo confirma: «a María se la considera no sólo como Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los Cristianos, sino también como Madre de toda la humanidad, de modo que colaboradores de varios Grupos de la Familia Salesiana, que pertenecen también a otras religiones, nutren hacia Ella una sincera devoción. Se puede afirmar, por tanto, fundadamente que la Familia Salesiana es una Familia mariana». (Art. 11).

Formar parte y sentirse Familia Salesiana es tener la suerte de estar bajo el manto de la especial protección de nuestra Madre y Maestra y, por lo tanto, saberse enviado a testimoniar la verdadera amistad con Jesucristo. La amistad es el verdadero distintivo del discípulo y un verdadero discípulo es quien se siente enviado no a predicar una doctrina sino a testimoniar con su vida esa relación especial con el Señor Jesús. «No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».

Parafraseando a Don Pascual Chávez podemos rezar: «Padre y Maestro de la Juventud, San Juan Bosco que, dócil a los dones del Espíritu Santo, y abierto a las realidades de tu tiempo nos dejaste como herencia a la Familia Salesiana el tesoro de tu predilección por los “pequeños y los pobres”, enséñanos a ser cada día para ellos signos y portadores del amor de Dios…, sé nuestro guía en el camino de amistad con el Señor Jesús… haz que, guiados por María Auxiliadora, recorramos con alegría, junto a los jóvenes, el camino que conduce al Amor… y que un día nos encontremos contigo en la gran familia del cielo. Amén».