«Muchos hablan hoy de los jóvenes, pero no muchos hablan a los jóvenes»
“Muchos hablan hoy de los jóvenes, pero no muchos hablan a los jóvenes”, lo afirmaba Pablo VI, próximo Santo, y lo repite hoy el Sínodo.
El tema de la escucha, por lo tanto, ha vuelto hoy a la Congregación General, declinado de diferentes maneras: hay una necesidad de escuchar a los jóvenes en el mundo digital, donde la bulimia informática a menudo corresponde a la anorexia de los sueños, con el riesgo de crear niños “info-obesos”.
Pero también existe la necesidad de mirar el rostro positivo de los jóvenes, portadores de grandes recursos humanos y espirituales, como la amistad, la solidaridad, el voluntariado, la autenticidad en el testimonio, la petición de coherencia dirigida a la sociedad civil, la llamada a una Iglesia más alegre y evangélica.
Se necesita una comparación constructiva con los adultos
Los jóvenes buscan, por tanto, escuchar a un adulto que les dedique tiempo, los acoja con empatía y respeto, no los juzgue y los acompañe en su discernimiento, incluido el discernimiento vocacional. Una necesidad aún mayor hoy en día, dada la tendencia de algunos adultos a la juventud, una actitud que desorienta a los niños, privándolos de puntos de referencia.
La importancia de la liturgia y de los sacramentos
Los Padres sinodales recuerdan también la importancia de revitalizar la Misa, la oración diaria y los sacramentos, que representan una forma de atraer a los jóvenes y hacerlos parte activa de la vida de la Iglesia, animándoles a desempeñar un papel protagónico.
En las celebraciones litúrgicas, por tanto, se deberá prestar atención al uso más atractivo de la música, así como a la catequesis y a las homilías: no basta con memorizar oraciones y fórmulas – dice el Sínodo – sirve una predicación alegre e inspiradora, porque los jóvenes deben entender con la cabeza y creer con el corazón. Sólo así, podrán ser los primeros apóstoles de sus semejantes. Agentes de cambio, constructores de paz y de unidad en el mundo, se debe considerar a la juventud como un lugar teológico, en el cual la Iglesia se reconoce.
La “Soledad en abundancia”
Al mismo tiempo, los Pastores no deben limitarse a esperar a los jóvenes en las parroquias: el verdadero desafío es aquel de ser “Iglesia en salida” para llegar a los jóvenes dondequiera que estén. Muchos de ellos tienen muchas amistades virtuales, pero no amigos reales, sufriendo la llamada “soledad en abundancia” a la que la Iglesia puede ofrecer una respuesta real.
En el campo de la formación, recordamos la importancia de la Doctrina Social de la Iglesia, una válida brújula que puede guiar a los jóvenes en sus opciones de vida, así como el papel de las escuelas católicas, consideradas excelentes centros educativos, pero quizás incapaces de involucrar plenamente a los jóvenes en la vida eclesial.
Alianza Iglesia-Familia
Es también central el llamado a la alianza Iglesia-Familia: el primer educador de los niños, sobre todo para acompañarlos en la edad adulta, el núcleo familiar basado en el matrimonio cristiano debe ser reevaluado hoy. De hecho, representa el primer pupitre de la escuela, incluso para los que entran en el seminario.
Por eso, hoy es necesario reflexionar sobre la figura paterna, pilar de la transmisión de la fe y de la maduración de la identidad de los hijos. Se trata de un papel que – como señala la Asamblea – debe ser llevado adelante en colaboración, y no en competencia, con la figura materna.
Acoger a los refugiados y migrantes
El Sínodo también ha hecho un llamamiento a la acogida de los refugiados y de los migrantes, a menudo jóvenes, cuya dignidad se viola con tanta frecuencia. La palabra clave es solidaridad, recuerdan los Prelados, para que los jóvenes prófugos se sientan verdaderamente acogidos e integrados.
El énfasis del Sínodo se pone también en la necesidad de trabajar para que las personas no se vean obligadas a emigrar, sino que puedan permanecer en sus países de origen.
El “ministerio de la escucha”
A continuación, la Asamblea dio la palabra al invitado especial, el Hno. Alois, Prior de la Comunidad de Taizé, quien recordó la importancia del “ministerio de la escucha”, que se confiará quizás también a los laicos. El hermano Roger, fundador de la Comunidad de Taizé, dijo: “Cuando la Iglesia escucha, se convierte en lo que es: una comunión de amor”. Luego se dio espacio a ocho oyentes: los jóvenes no son meras categorías estadísticas, se dice en un discurso, sino que quieren ser parte de la solución a las dificultades contemporáneas.
De ahí la llamada al mundo a hacer una opción preferencial por ellos: heridos por sistemas que excluyen, que no promueven la igualdad y la justicia, los jóvenes deben ser escuchados y ayudados de manera concreta, porque corren el riesgo de llegar a ser como los pobres de nuestro tiempo, o víctimas de la “cultura del descarte”.
Los “nacidos líquidos”
Ser jóvenes, de hecho, hoy parece garantizar, casi automáticamente, la inscripción en la categoría de “descartados”: desarraigados y “nacidos líquidos”, los jóvenes de la era contemporánea son inciertos y frágiles, a menudo instrumentalizados por la política, sin futuro. Por el contrario, sueñan con un mundo que los incluya y les permita ser protagonistas de la historia, constructores en la perspectiva del servicio y no del poder.
En las palabras de los Oyentes, también está la llamada a la firmeza y a la transparencia en la lucha contra los abusos, para que la Iglesia sea más creíble. Por último, hay una llamada esencial a la valorización del papel de la mujer en la vida eclesial, para que se sientan animadas a crecer en la libertad de la fe en Jesús.
Fuente: cope.es
«Muchos hablan hoy de los jóvenes, pero no muchos hablan a los jóvenes»
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