Huérfano, pero valiente como su madre
El primer hecho que marca a fondo la vida de Don Bosco es la muerte de su padre.
Don Bosco lo recuerda así en sus Memorias autógrafas: «No tenía yo aún dos años cuando Dios nuestro Señor permitió en su misericordia que nos turbara una grave desgracia. Un día, el amado padre, en plena robustez, en la flor de la edad, deseoso de educar cristianamente a sus hijos, de vuelta del trabajo, entró descuidadamente en la bodega, subterránea y fría».
«El enfriamiento sufrido se manifestó hacia el anochecer por una fiebre alta, precursora de gran resfriado. Todos los cuidados resultaron inútiles, y en pocos días se puso a las puertas de la muerte. Confortado con todos los auxilios de la religión, después de recomendar a mi madre confianza en Dios, expiraba, a la edad de treinta y cuatro años, el 12 de mayo de 1817».
«De aquellos días tengo un solo recuerdo, el primer recuerdo de mi vida: todos salían de la habitación del difunto, pero yo no quería salir de allí a toda costa. Mi madre decía:
-Ven, Juan, ven conmigo.
-Si no viene papá, no quiero ir- respondí.
-Pobre hijo, ya no tienes padre.
Y dicho esto, se echó a llorar; me cogió de la mano y me llevó a otra parte mientras lloraba yo viéndola llorar a ella. Y es que, en aquella edad, no podía ciertamente comprender cuán grande desgracia es la pérdida del padre. Este hecho sumió a la familia en una gran consternación».
Cuando contaba a sus muchachos aquel acontecimiento, añadirá: «Aquellas palabras: “Ya no tienes padre”, nunca las olvidaré». Margarita, la mamá de Juan Bosco, cuando su marido murió tenía sólo veintinueve años. Demasiado joven para soportar el peso (tres hijos, la suegra semiparalizada en un sillón, casita y campos apenas suficientes para la supervivencia).
Pero no gastó muchos días en compadecerse de sí misma. Se remangó y comenzó a trabajar. Como otras campesinas de sus pueblos, cortaba la hierba, araba, sembraba, segaba el trigo, preparaba las gavillas, las llevaba a la era, trillaba. Recalzaba las viñas, pensaba en la vendimia y en la elaboración del vino.
Juan aprendió de su madre a ser valiente y admirador de valientes. Los muchachos que se plegaban demasiado fácilmente, las «aguas mansas» (como él los llamaba), no hubieran sido nunca vistos por él como «los mejores jóvenes». Entre los muchachos que oirá jugar en la niebla de Carmagnola, dirigidos por la voz de mando de Miguel Magone, Don Bosco irá derecho a buscar al «comandante». Y lo llevará a Valdocco, como «muchacho que da buenas esperanzas, aunque era turbulento».
Quien tiene el valor de correr peligros será siempre estimado por él como «buen paño», más que quien ama la tranquilidad.
Fuente: Parroquia Espíritu Santo
Huérfano, pero valiente como su madre
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