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Salesianos de Don Bosco. Paraguay

Cuarto día de la Novena a San Juan Bosco

 


Día 4

El amor por los jóvenes


Reflexión


Hoy nos acercamos a la figura de Don Bosco desde la mirada de Don Orione. Luis nació en Pontecurone, en la diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. 


En la adolescencia temprana ayudó a su padre a pavimentar carreteras hasta los trece años. Luis quería estudiar para convertirse en sacerdote y fue recibido en el convento franciscano de Voghera, pero tuvo que abandonarlo debido a una severa neumonía. Más tarde fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Juan Pablo II lo beatificó en 1980 y lo canonizó en mayo de 2004. 



Luis Orione:

Tres cuadernos de pecados 


Luis Orione cuenta


El 4 de septiembre de 1885. Al lado de mi burro, caminé por el camino que conduce a Voghera, en la provincia de Pavía, pues había decidido ser un fraile, y el burro llevaba el baúl con mis pertenencias. 


¿Sabes por qué quería entrar en el convento? Había decidido ser sacerdote, pero en ese momento, por razones económicas, sólo unos pocos podían permitirse el seminario. Y así, el canónigo de Pontecurone, el pueblo de la provincia de Alessandria de la que vengo, me había encontrado un lugar en el convento de Voghera. 


Después de unos en el convento, meses, me tomó una neumonía. Tenía pocas esperanzas de salir con vida. Después de una larga recuperación, sané. El médico, sin embargo, me aconsejó no continuar la vida en el convento. Lloré, pero acepté y me fui a casa. 


Después de unos meses, el canónigo de mi pueblo me dijo que, si me sentía bien en otoño, Don Bosco me aceptaría en el Oratorio de Valdocco. 


Curado de la enfermedad, fui a Turín y entré en el Oratorio de Don Bosco. Era octubre de 1886. Conocí a ese sacerdote y sentí un fuerte deseo de confesarme. 


Pero Don Bosco estaba enfermo; sus fuerzas, gastadas en los niños, se estaban acabando. Así que se vio obligado a dosificar las energías restantes, incluso para las confesiones: sólo estaba disponible para algunos salesianos y para los alumnos de la última clase. No sé cómo, pero logré entrar en el número privilegiado. En la confesión me preparé seriamente: en el examen de la conciencia que hice, llené tres cuadernos. Me acusé de varios pecados, de todos los que había leído en una forma, incluso de los que no podía cometer, dados mis 13 años: "negar a los trabajadores el salario correcto" y "oprimir a los débiles". Sólo a la pregunta de "Mataste", dije "no". 


Con los tres cuadernos en el bolsillo, caminé a la habitación de Don Bosco. Cuando llegó mi turno, Don Bosco me dejó entrar y me sonrió: "Bravo, Luis. Me alegro de que hayas venido. Y ahora dame tus pecados", quedé sorprendido: ¿cómo sabía Don Bosco de mis cuadernos? Saqué el primero y se lo di a Don Bosco. Él, sin siquiera abrir para leerlo, lo rompió en trozos pequeños y lo arrojó a la cesta. "Y ahora dame también los otros", me dijo Don Bosco. Saqué de mis bolsillos los otros dos cuadernos, que en manos de ese sacerdote tuvieron el mismo fin que el primero. "Tu confesión está hecha. Nunca pienses de nuevo en lo que escribiste - me aconsejó don Bosco sonriendo - Y recuerda que los dos siempre seremos amigos. Siempre amigos”.


Esa amistad la preserva dentro de mí como un gran regalo, pero también como un compromiso para recordarla especialmente en los momentos más difíciles. 


Un año y medio después, en enero de 1888, Don Bosco empeoró. Muchos se dieron cuenta de que su fin se acercaba. En el Oratorio ya no se podía oír el ruido habitual. Había mucho silencio. 


Después de terminar mis estudios de gimnasio, estaba indeciso si continuar como salesiano: "¿Y si fuera a seminario?" Al principio pensé que era una tentación del diablo. Traté de pelear con ella con todas mis fuerzas. Pero no había nada que hacer: esa duda volvía todo el tiempo. Fui a la tumba de Don Bosco, oré, lloré. Allí hice un pacto: si realmente tenía que estudiar en el seminario, debían de darse tres señales: entrar en el seminario sin hacer las preguntas escritas, que no me tomen la medida del vestido talar como clérigo y ser testigo de la conversión de mi padre. 


Unos días más tarde, el obispo aceptó a Luis en el seminario sin la pregunta escrita; la madre de un niño, a quien le di lecciones, me dio un vestido talar sin tomar las medidas; y mi padre se convirtió en cristiano practicante tan pronto como entré al seminario. En ese momento estaba claro el camino en el que tenía que ir. 


Después de unos años fundé una Congregación, la "Pequeña Obra de la Divina Providencia"; tenía orfanatos, casas de acogida y hogares de cuidado para los más pobres, centros profesionales, misiones, centros agrícolas. 


Pero no olvidé mis orígenes: todo lo que la gente ha visto en mí es el resultado de tres años pasados en el Oratorio de Don Bosco. Mi vocación se desarrolló en ese ambiente saturado de piedad y amor a Dios. Don Bosco nos hizo encontrar alrededor de él, un soplo de santo afecto. 


Qué te parece


 ¿Con qué frecuencia realizas el examen de conciencia?


 “El médico, sin embargo, me aconsejó no continuar la vida en el convento. Lloré, pero acepté y me fui a casa” ¿Cómo vives las frustraciones, las adversidades de la vida? Para Luis, aunque doloroso, no fue motivo para renunciar a su sueño ¿Y vos?


 Seamos luz y esperanza, descubriendo que «la fe y la esperanza avanzan juntas»: hagamos como Don Bosco que tenía la gran capacidad de entusiasmar a sus muchachos para experimentar la vida como fiesta y la fe como felicidad.


Luz de Esperanza


Con esta confianza, como educadores, como acompañantes de familias, y clases populares y pueblo de Dios en general les pido: Nunca perdamos la esperanza, cultivemos una mirada esperanzada de la vida, no la marchitemos nunca en nuestros corazones, seamos focos de luz que invitan a la esperanza con el testimonio de nuestro vivir, transmitamos felicidad en el modo sencillo pero auténtico de vivir nuestra Fe. 


Oración Final


Oh San Juan Bosco, tú te has convertido en padre, maestro y amigo de los jóvenes por el gran amor y el sacrificio personal con el que trabajaste por su salvación. 


Ruega por nosotros, para que, inspirados por tu ejemplo, podamos también nosotros amar a esta parte del rebaño de Dios con la misma caridad pastoral de Cristo y acoger a cada joven como si fuera el Señor Jesús en persona. 


Por tu intercesión Dios nos conceda la gracia... [pausa para pedir la gracia], para que podamos, junto con los demás, ayudar y guiar a los jóvenes en la sociedad actual. 


Padre nuestro... Ave María... Gloria al Padre... 


San Juan Bosco, ruega por nosotros 







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