Educar a la esperanza: el P. Pascual Chávez habla de ello
(ANS - Lecco) – Poco antes de la fiesta de Don Bosco, el padre Pascual Chávez Villanueva, de 74 años, Rector Mayor Emérito de la Congregación Salesiana, brindó una conferencia titulada "Educar al optimismo" en el Instituto "María Auxiliadora" de Lecco.
El tema de su conferencia se convirtió en el punto de partida de una interesante entrevista que también toca otros temas, como la pandemia, el mundo juvenil y la catequesis.
¿Por qué es importante hoy educar al optimismo y a la esperanza?
La pandemia nos ha pillado desprevenidos. Estábamos convencidos de que estábamos en la época del Homo Deus que menciona el historiador israelí Yuval Noah Harari, el hombre que se cree inmortal. Y en cambio hemos tocado con la mano la fragilidad. Nunca pensamos que una molécula pondría de rodillas a toda la humanidad. A esta crisis sanitaria le sigue una económica, con efectos devastadores y un fuerte malestar social. En este contexto, reina la resignación, el pesimismo y la desesperación.
¿Qué haría Don Bosco hoy, en tiempos de pandemia?
Las generaciones más jóvenes no han conocido la guerra ni el hambre; estaban acostumbrados a tratar únicamente con virus informáticos, para los que existen muchos antivirus. De ahí el susto. Sigo online a muchos youtubers e influencers: durante el confinamiento se quedaron literalmente sin palabras. ¿Porque? No estaban preparados para enfrentar eventos negativos, convirtiéndolos en plataformas para un relanzamiento, que es exactamente lo que hizo Don Bosco. Las condiciones adversas para Don Bosco (¡y cuántas ha vivido en su vida!) se revelaron como oportunidades para dar lo mejor de sí mismo, reaccionando con resiliencia. Una gran lección para hoy.
¿Cuál es la diferencia entre un optimismo genérico y una esperanza entendida en términos cristianos?
El primero es la expresión de un sentimiento humano, el esfuerzo, a veces irreal, de quienes buscan salidas en la oscuridad. La esperanza del cristiano en cambio, se basa en el hecho de que hubo Uno, sólo un hombre en la larga historia de la humanidad, que ha vencido a la muerte. No lo hizo con tecnologías, no recurrió a la clonación, sino a la única energía capaz de vencer a la muerte: el amor. El hecho de que Dios Padre haya resucitado a Jesús nos da la esperanza de que ningún mal es definitivo. Y esto pone al cristiano en condiciones de salir de sí mismo, de su autorreferencialidad, para vivir al servicio de los demás.
Sin embargo, los jóvenes se encuentran viviendo en un mundo marcado por el consumismo y el egoísmo...
Educar a la esperanza permite afrontar los retos de la pandemia pero, sobre todo, el problema más grave de todos: el inmanentismo. Habiendo encerrado al hombre en la "más aquí", no debe sorprendernos que los chicos se contenten con arreglárselas, despilfarrando su existencia y que se resistan a asumir compromisos definitivos, optando por opciones continuamente reversibles. Vivimos hoy, sin una perspectiva a largo plazo. Para mí este es el desafío más exigente: hay una necesidad de educar al Absoluto. De lo contrario, la vida se reduce a un mero ciclo biológico sin sentido.
Muchos jóvenes, después de recibir una educación católica, abandonan la Iglesia y toman otros caminos. ¿Por qué sucede esto y cómo se responde a este fenómeno?
Los niños están abandonando la Iglesia porque ya no entienden su lenguaje y rituales. Es necesario un gran cambio en el itinerario de la fe. Hasta ahora hemos seguido un camino "cronológico", proponiendo gradualmente la catequesis por grupos de edad, pero hoy en día este esquema ya no funciona. Debemos pasar a un enfoque "kairológico", que se centre en los "kairós", es decir, situaciones y experiencias que tocan profundamente a los niños y plantean preguntas. Esta es la razón por la cual tienen mucho éxito diversos "Caminos". Después de todo, el modelo principal para educar en la fe es más que nunca el de Emaús.
¿En qué sentido?
Jesús ve a los discípulos desencantados, desilusionados. ¿Y qué hace? Camina con ellos. No regaña ni da lecciones, pero escucha. El problema, como educadores, es que a menudo les damos a los jóvenes respuestas a preguntas que no tienen, mientras nos cuesta escucharlos de verdad. ¿Por dónde empezamos? Antes partíamos de la cabeza para llegar al corazón, ahora nos toca hacer lo contrario, estimular la imaginación. También se aplica a la educación en la fe. Lo último que quieren los adolescentes y jóvenes de hoy es que sus anhelos y sueños sean recortados. Don Bosco fue un maestro en esto y debemos inspirarnos en él.