Octavo día de la Novena a María Auxiliadora
Mirada y compasión
María a los pies de la Cruz.
María ama a cada uno de sus hijos, especialmente a aquellos que, como su Hijo en la hora de la Pasión, están presos del sufrimiento. Los ama según la voluntad de Cristo en la Cruz.
Referencia Bíblica
Jn 19, 25-27
Su madre, la hermana de su madre, María la madre de Cleofas y María de Magdalena estaban cerca de la cruz de Jesús. Entonces Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, le dijo a su madre: “¡Mujer, aquí tienes a tu hijo!” Luego dijo al discípulo: “¡Aquí tienes a tu madre!” Y desde esa hora el discípulo la recibió en su casa.
Actualización
La compasión nos impulsa a no mirar con indiferencia el sufrimiento ajeno, sino a vivir juntos cualquier sentimiento. En esta identificación se funden las miradas de quien da y de quien recibe, de quien mira y de quien no es mirado, de quien ama y de quien no es amado. Evoca, pues, gratuidad, benevolencia y total confianza en los brazos de Dios que devuelve a la criatura, herida por el pecado, la capacidad de amar y de sentirse amada. La compasión puede así florecer incluso de una rama rota, un prodigio de Amor, un milagro de la Caridad.
Narración sobre la vida de Don Bosco
El 30 de octubre tenía que estar en el seminario. Mi modesta indumentaria estaba preparada. Mis familiares estaban felices y yo más que ellos. Solo mi madre estaba pensativa y me envolvía con su mirada. Quería decirme algo y estaba buscando el momento adecuado. La noche antes de la partida me llamó aparte: «Juan, tú has vestido el hábito del sacerdote. Siento todo el consuelo que puede sentir una madre por el éxito de un hijo. Pero recuerda que no es el vestido lo que honra, sino la virtud. Si algún día tienes dudas sobre tu vocación, por el amor de Dios, no la deshonres. Déjalo de inmediato. Prefiero tener como hijo a un granjero pobre que a un sacerdote descuidado en sus deberes. Cuando naciste te consagré a Nuestra Señora. Cuando empezaste tus estudios, te aconsejé que la quisieras siempre.
Ahora te recomiendo que seas todo suyo, Juan. Ama a los compañeros que aman a Nuestra Señora. Y si te haces sacerdote, difunde tu amor por ella a tu alrededor». Mi madre se conmovió. Y yo, llorando, le respondí: «Madre, nunca olvidaré tus palabras. Las llevaré conmigo como un tesoro para toda la vida».
Oración
¡Oh María Virgen poderosa!
Tú, la grande e ilustre defensora de la Iglesia;
Tú, Auxiliadora del pueblo cristiano;
Tú, terrible como un ejército en orden de batalla;
Tú, que sola destruyes los errores del mundo,
defiéndenos en nuestras angustias,
auxílianos en nuestras luchas,
socórrenos en nuestras necesidades,
y en la hora de la muerte,
recíbenos en el eterno gozo.
Amén
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